jueves, 3 de diciembre de 2015

Sinfonía Inconclusa en la Mar, El Final.

Por supuesto que esta historia no había terminado, ya lo dije yo al final de mi última entrada; sin embargo tuvo un final más prematuro del que habría querido. Digamos que esta vez, he decidido narrar los hechos de otro modo, menos metafórico y más crónico.

Como solía ser costumbre, decidí desbordar mis sentimientos, lanzándome a un abismo que no parecía tener fondo. Así fui cayendo, y por primera vez en mi vida la velocidad y la adrenalina me gustaban; la disfruté cada segundo. De vez en cuando veía maneras de escapar de la muerte segura que me produciría el impacto, pero decidí ignorarlas; Estaba embriagado. Ese abismo que describo, por su parte, me recordaba una silueta humana. Ya se lo imaginarán oscuro, pero era tan brillante como la luna llena que por estos días nos ilumina.

Sus gustos eran mi debilidad, y sus imperfecciones me motivaban a seguir con mi curda. No podía verle su rostro, pero sabía que si lo hacía no habría marcha atrás: decidí ir por ella sin pensar en las consecuencias. Pronto me fui dando cuenta que su afecto le pertenecía a otro  y mi frustración no se hizo esperar. Decidí pasarlo por alto, pues ya iba a gran velocidad y sentía que nada me podría detener.

Finalmente nos besamos y pensé que todo estaría resuelto, que el suelo se alejaría de mí con la misma rapidez, que sus brazos me impedirían impactar, que sus pecas me ampararían; y me sentí dichoso por el breve periodo que le tardó al sol posarse nuevamente sobre nuestras coronas. De pronto recibí un mensaje de despedida. Al principio me rehusé a creerlo, y pude burlar el desenlace fatal por un breve periodo de tiempo.

Se sentía la indisposición, pero ninguno de los dos pudo poner el punto final, era una contienda de sensaciones, pues ya sabíamos que no podríamos estar juntos, pero tampoco nos desapropiábamos. Vivimos una reiteración hasta cuando pudimos volver a vernos, e inesperadamente sentía que nos desbordábamos nuevamente.

Este desborde sería el fin. Inundó su corazón, desbocó mi alma y allí tuvo que terminar todo. Recordé mi trayecto por el precipicio, no podía estimar cuán profundo estaba. Sin mayor aviso, pude ver el fondo, esperándome inclemente. No tuve tiempo de reaccionar. Pude verme yacer mientras reculaba.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sinfonía Inconclusa en la Mar

Esta vez emprendía un viaje sin tener claros los motivos que me impulsaban a hacerlo. Siempre me había considerado una persona racional y calculadora, pero esta vez debo aceptar que ese paradigma se rasgó; No solo por esto, sino porque últimamente también estuve pensando en la influencia astrológica de mis acciones y mi suerte: ¡cómo si yo no fuera el único responsable!
Aún no me terminaba de acostumbrar a la nueva rutina que me envolvía casi todos los últimos días de mi vida. El tiempo ahora parece transcurrir de manera rauda y se ha vuelto inatajable. Cada oportunidad perdida parecía ahora más distante, y por eso me había ido convenciendo de que debía exprimir los momentos tanto como fuera posible.
Tal vez fue esta rutina y esa distancia la que permitió culminar un apartado de mi vida cuyas últimas páginas se encontraban completamente en blanco. Estuve tranquilo, pero esa calma no pudo durar mucho. Entre mofas y descuidos me fui adentrando rápidamente hacia una nueva tormenta que prometía arriesgar la estabilidad de mi viaje. Cometí el error de subestimarla pensando que la experiencia me sería suficiente para sortearla. Caí de nuevo en la ingenuidad de tiempos pasados; No me daría cuenta de mi altivez hasta cuando ya era muy tarde. Decidí acomodarme la pretina y enfrentarme a mis miedos, no me quedaba otra alternativa.
Era un mar de palabras, aunque bien hubiera podido ser de color esmeralda, como sus ojos. Durante estos días tuve que doblar mis turnos de vigía, y pronto me sentí abrumado por la falta de sueño. Trataba de mantenerme enganchado a la realidad a través de un pequeño radio que sintonizaba frecuencias de todas latitudes, en diferentes idiomas, aunque no parecía suficiente para vencer los límites de este nuevo mundo que se erguía de manera imperceptible.
A veces pasaba noches enteras observando el cielo pálido que en ocasiones me permitía visualizar, muy distantes, algunos astros, cuyo brillo parecía atenuado. Después de la última noche en vela sentí los haces de luz colarse en mis ojos, encogiéndolos aún más. Tuve la vana sensación de que me había zafado de esta nueva desdicha y volví a festejar, sin imaginar que pronto encallaría violentamente sobre un asiento de cenizas que no habían podido ser arrastradas por la corriente.

viernes, 7 de agosto de 2015

Mi Nueva Bitácora

Mi mente permanece nublada. A pesar de que la puesta del sol en la que Venus y Júpiter fueron visibles fue hace unos cuatro meses; a pesar de que los vientos de Agosto se acompañan de cielos azules y soles brillantes. Difícilmente he alcanzado la primera cuarentena y ya me siento carcomido por la rutina. Todo lo que tanto odiaba es lo que ahora extraño: Ya tenía una, ¿para qué crear otra?

Crear es lo verdaderamente difícil; excepto la vida. Venimos por azar y asimismo nos vamos. Al tiempo que escribo esto puedo observar incontables sonrisas manufacturadas. Esta paradoja es la primera premisa de aquello que hace un tiempo no he dejado de pensar: Nunca podremos vivir juntos; No en estos tiempos modernos.

Para llevar la vida a los extremos no hace falta tanto protagonismo, solo es suficiente vivir, ahora. Cada rostro con su lastre. Eso parecemos saberlo todos de puertas para adentro, pero ya en la senda se nos olvida. No somos otra cosa sino animales con buena memoria.

Es a mi memoria a quien debo combatir todos los días, con la gran desventaja que con cada solsticio ella crece y yo envejezco. Quisiera vivir contigo todos los días para no tener que preservarte en ese mismo rincón; no quiero herirte. Y es que ahora que estamos lejos he notado que eras tú quien mantenía en orden el armario.

jueves, 22 de enero de 2015

El Macho y la Hembra

Cuentan sus habitantes y caminantes frecuentes que hace ya varios años existió en el páramo de Santurbán una pareja de ancianos que acostumbraba a cruzar sus caminos llevando cargas de diferentes productos de la naturaleza. En una ocasión, mientras transportaban una carga de maiz blanco y otra de amarillo, se perdieron en la inmensidad de la montaña debido a una densa niebla que impedía establecer cualquier punto de referencia. Durante éste infortunio tuvieron que caminar una larga jornada, hasta que finalmente divisaron una casa. Ya anochecía. Pronto se acercaron y llamaron a la puerta donde fueron atendidos por una humilde familia que, se veía, estaba recién constituida. Muy amablemente les abrieron las puertas de su hogar, les brindaron comida y bebida, una cama cómoda y espacio para atar sus caballos cargados de maíz. Los ancianos, bastante avergonzados por tanta hospitalidad, prometieron marcharse a primera hora del siguiente día.
Se asomó el sol, y pronto la mujer, dueña de la casa asumió sus labores, pero quiso primero asegurarse de que a la pareja de ancianos no les faltase nada. Su marido despertó en seguida y secundó a su esposa que aún no salía del asombro al observar los caballos de los ancianos atados en el frente de la casa, pero sin ningún rastro de ellos. Ya volverán por sus animales y su carga, pensó don Manuel, quien siempre había sido una persona serena, pero pasaron tres días con sus noches y no regresaban.
Durante esos días de incertidumbre recordaron la conversación que habían tenido durante la cena, en la cual los ancianos les explicaron con reparos geográficos gruesos dónde era que habitaban.
Don Manuel y su esposa decidieron salir a buscarlos y cuando se hallaron en el lugar, no solo notaron que no había ninguna casa alrededor, sino que quedaron boquiabiertos con la majestuosidad de dos lagunas que nunca habían observado antes, a pesar de conocer muy bien el sitio. Una de ellas era amplia y profunda, mientras que la otra se ubicaba justo por encima de la primera, con bordes menos definidos pero igual de bella.
Resignados, decidieron regresar a su rancho donde aún permanecían inmóviles las bestias cargadas de maíz. Llenos de curiosidad ante los extraños hechos, decidieron explorar la carga que llevaban y se encontraron que el maíz blanco era en realidad plata granulada y el amarillo, oro.

Tradición oral, Páramo de Santurbán.
Santander y Norte De Santander, Colombia.