Descargar mis memorias sobre el papel me alivia el alma. Últimamente he pasado por muchas vivencias y hace rato que no me tomo el tiempo de escribir. Vivir en el pasado es una condena, pero recordar es la manera de lidiar con ella. Resulta que esta vez ha coincidido con la nostalgia de los amores caducos. Este fue especial porque sentí una atracción casi infantil, aquella que ocurre sin conocerse, seguramente guiado por mis menos elevados instintos. Diría que fue el azar, pero nos encontramos en un momento tan oportuno que parecía planeado, como el vuelo austral de los pájaros en octubre. Después de estos años solo tengo certeza de mi ingenuidad, con tal suerte que mis desaciertos siempre han sido motivo para escribir: aunque escribo poco, me equivoco mucho.
Su rostro es como un negativo de las noches estrelladas en la montaña que añoro, mas ahora que vivo entre el cemento y los anuncios iluminados que espantan hasta al cometa mas brillante. Aunque no he vuelto a ver un cielo similar que me recuerde las manchas en su piel, siempre la llevo presente al transitar las calles de esta ciudad. Alguna vez soñamos con estar aquí, cada uno por aparte, aunque ahora quisiera que estuviéramos juntos.
Es reconfortante la parsimonia con la que se posa tu mirada sobre el mundo, en medio de tanto caos.
Aunque tu nunca lo pediste, yo si te ofreci alguna vez mis textos mediocres, porque aun siendo asi pensaba que eran mejores que mis decepcionantes conversaciones.
Las deudas que mas agobian casi nunca vienen a cobrar; tal vez porque no suelen ser materiales, pero siempre estan latentes.
No he podido perdonarme el daño que te he hecho. Lamento no haberte querido mas, no haber notado lo feliz que era contigo a pesar de nuestras diferencias: siempre he odiado la impuntualidad de la gratitud y el arrepentimiento.